domingo, 29 de noviembre de 2009

Futesas de un abuelo tras un día de lluvia

I
Sólo en el amor descansamos de la lucha por el reconocimiento y disfrutamos, al menos ocasionalmente, de paz.

II
Pensaba en el recién nacido volviendo a casa mientras por la radio andaban liados con el balón del último partido del siglo, que iba para aquí y para allá. Las calles de Barcelona, tras la lluvia, estaban desiertas. El asfalto, aún húmedo reflejaba las luces de los cuatro coches perdidos en una ciudad un poco fantasmal. Las luces de navidad adornaban la calle de melancolía, apagadas y vacías de simbolismo, como promesas que no nos atrevemos a formular.

III
No sé si podemos elegir alguna vez a quienes amamos. En este caso, desde luego, no. Lo amamos simplemente porque está ahí y es de los nuestros. Porque es un recién venido al ámbito más íntimo de los nuestros.

IV
Ni lo hemos elegido ni lo amamos por lo que hace. De hecho no hace casi nada. Es pura biología en un estado bastante pasivo. Lo amamos por ser quien es, haga lo que haga. Y al amarlo lo dotamos de identidad. Ahora tiene una identidad casi únicamente administrativa. Todo lo que es cabe en una ficha: su nombre y apellidos, cuatro datos, peso, medida, constantes, número de habitación, etc.

V
Llegará el día en que tendrá que salir al mercado de las relaciones sociales a poner en venta sus cualidades. Y le pondrán un precio que coincidirá o no con su valor. Saldrá a competir por un reconocimiento social que nosotros, los que lo amamos por ser quien es, no le podremos dar. Nosotros no lo querremos por lo que sepa hacer.

VI
Saldrá a reclamar reconocimiento exponiéndose, en cierta manera, como una herramienta. Y lo mirarán de arriba abajo pensando en lo que pueda dar de sí.


VII
Nosotros lo hemos reconocido como nuestro a pesar de que su valor instrumental, su valor de herramienta, es nulo. Y sin embargo, siendo tan poca cosa, nos ha hecho felices con su mera llegada.

VIII
Si los que lo recibimos como un recién llegado lo sabemos hacer razonablemente bien, se sabrá aceptado por ser quien es (sea lo que sea lo que sepa hacer) y de esta manera dispondrá de un ámbito en el que poder reparar las inevitables heridas que le causará la lucha por el reconocimiento, ya desde el patio de la escuela.

IX
No hay institución menos capitalista que la familia, me digo a mi mismo, y me quedo un poco perplejo ante este pensamiento.

X
Toda mi imaginación está ocupada por su carita y esos ojos que aún son incapaces de reconocerme.

8 comentarios:

  1. Genial la exposición, de esta manera la mayoria de los humanos querrian tener un abuelo como ud.y por extension en el seno de esa su familia.

    Sin hacer nada ha nacido en casa bendita. Y de seguro, tendra lo mejor; la mejor educación.

    Felicidades Don Gregorio y familia

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  2. Cada cop estic més convençut de la capitalitat que cal donar a la Filosofia de la vida com la que al meu parer fas en aquest escrit. Com un poder d'alliberar-se de les espines/angoixes, com si fos Puyol i ens defensés dels gols que en qualsevol moment el destí contràri ens pot marcar; centrar-se en l'amor perquè sí, fer com si aquest fos una espècie de llar, sovint tinc la sensació que l'amor té forma d'aquesta mena de llar.

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  3. Su entrada sólo me ha hecho recordar El último tango en París.

    Soy un cenizo.

    Sin remedio.

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  4. Enhorabuena familia!!!!! Que recibida al mundo tan bonita ha tenido este pequeño, que va a hacer grande su familia !!!!!! y a usted lo convertirá en el mejor de los abuelos, nadie va controlar sus sentimientos como el, es la vida!!!

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  5. Don Gregorio

    ¡Felicidades -por la parte que lo toca, como se dice-!

    Mi mujer, mis hijos, mis nietos: la familia es una posesión mía. Son porque son míos -y yo me defino en función de lo(s) que poseo. Los que no tienen familia, los que la han perdido, son como los desterrados de otrora: condenados a no ser nada.

    La familia ¿una institución anticapitalista? Y si no lo fuera, ¿qué ocurre?

    Tocho

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