viernes, 29 de febrero de 2008

Aprender leyendo

Pocos ejercicios más difíciles que el de la lectura. Es cierto que a algunos autores se les entiende todo a la primera. Suelen coincidir con los que no se vuelven a leer. Lo que nos ofrecen es –¿cómo diría yo?- ... como la canción del verano, que está bien para acompañar el tinto con gaseosa, pero acaba cansando. Las grandes obras no se acaban nunca. Borges decía que cada vez que se releen se inauguran. O quizás no lo decía Borges… pero podía haberlo dicho.

Los grandes autores son creadores de mundos y por un mundo son posibles infinidad de tránsitos y no todos cómodos. ¿Cuándo acabaremos de entender a Platón? ¿Cabe Platón en algún manual de platonismo? ¿En cuál? De Aristóteles parecía que lo sabíamos todo después de tanto siglo de escolástica, y de repente, la rehabilitación de su filosofía práctica nos descubre facetas sorprendentemente originales de su pensamiento justo cuando su cosmología resulta insostenible. De Cartesio algunos dicen que está perfectamente alicatado, dando por supuesto que una mente rigurosa como la suya no dejaba resquicios para la duda. Pero esto es sólo cierto si apartamos su correspondencia de nuestra consideración, y aún así hay varios Descartes posibles. ¿Era un hombre que soñaba ser Dios gracias a la ciencia o solamente aspiraba a hacerse cargo de su auténtica humanidad? (recojo la pregunta de uno de los mejores especialistas cartesianos del presente, Josep Maria Porta, de quien tengo que hablar más despacio… posiblemente la próxima semana me vaya a Lleida un par de días a discutir con él). ¿Hay sólo un Kant? Heidegger demostró que al menos dos son posibles: el sustentador de la posibilidad de la ciencia, que es el Kant de los neokantianos, o el sustentador de la temporalidad del saber (que es un Kant que deja huérfanos a todos los neokantianos), depende de cómo se interprete su teoría del esquematismo. ¿Hegel? La filosofía francesa de la segunda mitad del siglo XX ha sido en buena parte heredera del Hegel leído por Kojève… que no está nada claro que sea el Hegel canónico. ¿Y qué decir de Nietzsche? ¿Cuándo se acaba de comprender a Nietzsche? ¿Y Heidegger? De este mejor no hablar.

Con los grandes, leer es arriesgar y lo mismo da que se llame Homero, Platón, Cervantes o Joyce. Tienen más que ver con Mahler que con Georgy Damm. Podemos comparar, si se quiere, las obras completas de Georgy Damm con un movimiento de Mahler, la diferencia es notable. Mahler reclama nuestra atención activa, Georgy Damm, con todos mis respetos, más bien no.

En realidad no hay obras esotéricas, sino malos lectores. Es decir, lectores pasivos.

El lector activo no es sumiso, sino que se pelea con el autor. Y se hace a sí mismo como lector en esta pelea, porque independientemente del contenido que nos pueda ofrecer un gran texto, su valor ha de medirse por su capacidad para educar nuestra atención.

Ningún gran texto (ninguna gran obra humana) se capta si nos situamos meramente como espectadores. La gran obra nos coloca -si es verdaderamente grande- en una situación peculiar, que podríamos definir como un "entre dos": entre esa gran obra de inmediata referencia y la tradición cultural de la que forma parte. Y esto nos conduce a "la gran conversación".

No se aprende con lo leído. Se aprende leyendo, es decir, situándose en el círculo mágico del diálogo que mantienen entre sí los grandes.

jueves, 28 de febrero de 2008

Un RIP por don Leo

Leo Strauss falleció el 18 de octubre de 1973. En la sumaria necrológica que publicó el New York Times tres días después, se leía: “Leo Strauss, un influyente filósofo político e intérprete de la teoría política clásica, falleció el jueves de neumonía en el Anne Arundel Hospital de Anápolis. Tenía 74 años”. Pasaba a continuación a mencionar sus últimos años en esta ciudad y su magisterio con un tono bastante neutro: “Un maestro de varias generaciones de científicos políticos, escribió libros para otros especialistas más que para el público en general y no era muy conocido fuera de su campo”.

30 años más tarde este mismo diario descubrirá a otro (supuesto) Leo Strauss y se prestará sin reticencias a difundir las críticas de quienes lo presentarán como el ideólogo de los neoconservadores, contribuyendo a difundir una imagen perversa de su filosofía. Fue en las páginas del New York Times donde se identificó a un antidemócrata y elitista Leo Strauss como el responsable ideológico del auge del republicanismo. El ataque fue tan virulento y desmedido que Jenny Strauss se vio obligada a salir en defensa de la memoria de su padre en este mismo diario: “Artículos recientes han retratado a mi padre, Leo Strauss, como la mente oculta detrás de los ideólogos del neoconservadurismo que controlan la política exterior de los Estados Unidos... No reconozco al Leo Strauss que estos artículos describen.”

¿Cómo pudo escapársele a todo el mundo la relevancia ideológica del malo maloso de Leo Strauss, siendo tan perverso y depravado? ¿Cómo el New York Times no lo denunció en su momento? Lo cierto es que si Strauss fue tan relevante, en el New York Times no se mostraron muy avispados a la hora de redactar su necrológica. El 21 de octubre de 1973 el redactor de la necrológica que comentamos se limita a añadir a lo ya dicho, lo siguiente: “Uno de sus colegas observó que dentro de la profesión el Dr. Strauss es apreciado por mantener vivo el estudio de los filósofos políticos clásicos y por mostrar a sus estudiantes que pensadores como Maquiavelo y Hobbes eran relevantes para los dilemas políticos del presente en un momento en que la aproximación cuantitativa y conductista (behavioral) a las ciencias políticas está de moda”.

Nadie puso en duda tampoco las palabras de Bloom en el primer aniversario de la muerte de Strauss, que sostuvo que Leo Strauss había sido, básicamente, un hombre solitario. Por muchas personas relevantes que pudiera conocer y por muchas horas que pudiera pasarse hablando con sus alumnos, el centro de su ser, insistió Bloom, “era el solitario, continuo, meticuloso estudio de las cuestiones que consideraba más importantes”. Vivir era para él, fundamentalmente, pensar. Y no poseyó ambición mayor que la de comprender. Quien tenga ojos para ver podrá comprobar que “no pertenecía a ninguna asociación, ni asumió ningún cargo de autoridad”. Y, desde luego –añado yo-, estuvo muy lejos de ser un straussiano.

Siempre quedaba el recurso a la teoría conspirativa para justificar el desconocimiento que se tuvo de él mientras vivió. Si Leo Strauss fue un conspirador, era lógico que fueran muy pocos los que tenían un conocimiento directo de sus obras. Era lógico, también, que se mostrara reservado, que rehuyera la popularidad, que nunca se mostrara interesado por hablar en armonía con el gusto de su época, que no fuera nunca entrevistado en medios como el New York Times o el New York Review of Books.

¿Por qué no sospechar –retrospectivamente- que Bloom pretendiera ocultar alguna cosa cuando decía que “Strauss repetía con frecuencia el dicho de Hegel de que la filosofía debería evitar ser edificante” o afirmaba que “estaba preocupado en primer lugar con encontrar respuestas para sí mismo y sólo en segundo lugar en comunicar lo que había encontrado y mucho menos en que las demandas de la comunicación determinasen los resultados de su investigación.” Otros discípulos insistían que nunca se había preocupado por estimular el interés de sus alumnos por la gestión política. Pero el dogma de que los neoconservadores eran discípulos de Strauss se iba imponiendo inexorablemente tanto entre los medios liberales como entre los más conservadores de los Estados Unidos.

Hay una razón obvia por la que Strauss no pudo ser acusado de ideólogo de los neoconservadores en el momento de su muerte: el neoconservadurismo aún no existía. Pero los enemigos de Strauss no han dado valor a esta minucia.

Strauss no fue denunciado como neoconservador hasta los años de la “revolución conservadora” de Ronald Reagan (1981-1989), cuando algunos de sus discípulos coincidieron con los “neoconservadores”, que entonces culminaban su largo viaje ideológico desde las filas del trotskismo, en los años 30, hasta las del republicanismo, después de haber recalado en el campo base del partido demócrata durante más de dos décadas. Neoconservadores como Kristol o straussianos como Harry V. Haffa defendieron la existencia de un nuevo espacio político, basado en los principios de la Declaración de Independencia y alejado tanto de los libertarios de derecha como de los conservadores tradicionales (a los que menospreciaban como “paleoconservadores”). Su auténtico héroe era Ronald Reagan, a quien Norman Podhoretz bautizó como “the first new conservative”. Leo Strauss, por razones obvias, no coincidió con los neoconservadores ni en su origen ni en su meta. Tampoco en su trayectoria. No hay ningún artículo suyo en los órganos de expresión de este movimiento, Partisan Review o Encounter. El neoconservadurismo, como movimiento tiene su nacimiento ideológico en 1979, aun cuando el terminológico fuera anterior. Esta año su publica Confessions of a True, Self-Confessed Neoconservative (1979) de Irving Kristol, de quien es la definición del neoconservador como "un liberal asaltado por la realidad”. Esto debería ser suficiente para hacernos dudar de que Strauss pudiera haberse considerado nunca a sí mismo como neoconservador.

La primera denuncia relevante contra Strauss es de 1985 y estaba firmada por un helenista, Myles Burnyeat, que lo presentó como “el gurú preeminente del conservadurismo americano”. Añadía que se puede conocer su pensamiento de dos formas: yendo directamente a sus libros o “solicitando una iniciación con un straussiano”, que es aquel que “lee los libros seculares de manera religiosa, talmúdica, cabalística, y, por encima de todo, de manera perversa”. Esta contundencia crítica provocó una inmediata salida en tromba de los discípulos de Strauss en defensa de la memoria del maestro. Burnyeat no sólo no cambió de opinión sino que trató al straussianismo de “nuevo culto emergente”.

Ese mismo año, 1985, Shadia Drury, de la Universidad de Calgary, descubrió ni más ni menos que una conspiración contra la democracia promovida ideológicamente por Leo Strauss. Tanto en sus artículos como en sus libros, Drury ha insistido en demostrar que Leo Strauss era un cínico y ferviente acólito del nihilismo de Nietzsche y Heidegger. Su libro The political Ideas of Leo Strauss, se convirtió pronto en un manual de campaña. En él se decía que Leo Strauss había fundado un culto filosófico a su propia persona y que había enseñado doctrinas diferentes a sus diferentes seguidores. No es una manera elegante de explicar las divergencias entre los straussianos, pero ha sido eficaz.

Cuando tres años después, en 1988, Heinrich Meier publicó Carl Schmitt, Leo Strauss und Der Begriff des Politischen, los críticos de Strauss creyeron encontrar finalmente la prueba definitva de la maldad intrínseca de Leo Strauss. Meier demostró la existencia de una estrecha relación intelectual entre Leo Strauss y Carl Schmitt, lo cual autorizó a unos cuantos cretinos a tratar directamente a Leo Strauss de nazi.

Hay que decir que algunos discípulos de Strauss, guiados más por la vehemencia que por la inteligencia, contribuyeron con su conducta a echar leña al fuego. Es el caso de Thomas Pangle, que en 1989, en la introducción a The Rebirth of Classical Political Rationalism, arrogándose una representatividad que estaba muy lejos de detentar, confiesa que los estudiantes y seguidores de Leo Strauss “no sólo han formado un grupo distinguido y combativo de conservadores en el mundo académico contemporáneo, sino también una fuerza revolucionaria en el conservadurismo americano”. Eran estos unos tiempos en que todos los vientos parecían favorables y este exceso parecía un gesto reivindicativo. Como es bien sabido, en 1989, después de la caída del muro de Berlín, mientras MacDonald invadía Moscú, Francis Fukuyama publicaba su artículo ‘The End of History?’. En estos años de optimismo, el término “neoconservador” parecía un título tan admirable que Pangle, al apropiarse de él, estaba lanzando, consciente o inconscientemente, un puente entre el neoconservadurismo y Strauss, dejando abierta la sospecha de que el pensamiento crítico de Strauss pudiera ser interpretado como ideología victoriosa.

El 2 de agosto de 1990 Saddam Hussein invade Kuwait. Una vez derrotado, el presidente Bush decidió retirar las tropas sin provocar un cambio de régimen en Irak. Esta orden fue criticada muy duramente por un antiguo colega de Strauss en Chicago, Albert Wohlstetter, maestro de dos de las figuras más polémicas entre los neoconservadores, Wolfowitz y Perle. Publicó un artículo con el expresivo título de “The Bitter End: The case for re-intervention in Iraq” Le Monde (FRANCHON, Alain y VERNE, Daniel, “Le stratège et le philosoph”, 15 de abril de 2003.) denunció inmediatamente que Wohlstetter era el estratega y Strauss el ideólogo de los neoconservadores. Lo cierto es que los neoconservadores vieron la retirada americana de Irak como un síntoma de la posible pérdida de tensión de la democracia americana. Fue de nuevo Thomas Pangle quien desarrolló esta tesis, con el argumento de que con el fin de la Guerra Fría y privada de su enemigo, la democracia liberal corría el riesgo de relajar su sentido cívico y abrir las puertas al triunfo del relativismo moral. Fukuyama y Donald Kagan comentaron esta obra de manera muy favorable.

Probablemente todos estos acontecimientos en sí mismos sólo habrían afectado tangencialmente a la memoria de Leo Strauss si no hubiesen venido acompañados por la conquista republicana de la mayoría en el Congreso de los estados Unidos en noviembre de 1994, que se había mantenido mayoritariamente demócrata desde 1952. Si los republicanos comenzaron a hablar de una “nueva mayoría social”, entre los perplejos demócratas no faltaron los que, frotándose los ojos, intentaron explicarse lo ocurrido echando mano del viejo recurso conspirativo. El New York Times se prestó al juego de presentar a Leo Strauss como el ideológico oculto de la recuperación republicana, añadiendo que se trataba de un filósofo hostil a la “presunción de la Ilustración de que todos los hombres fuimos creados iguales” y de un conservador que veía el status quo como la expresión de la voluntad divina. Shadia Drury se limitó a echar más leña al fuego ya prendido cuando en 1997 publicó Leo Strauss and the American Right, donde muestra a un Strauss decididamente enemigo de la democracia liberal, que enseñaba sus artes del engaño político a un grupo elitista de políticos americanos. Estas extravagancias fueron recogidas en centenares de artículos, como el de Gregory Bruce Smith, titulado ‘Leo Strauss and the straussians: An Anti-Democratic Cult?’.

El 11 de septiembre de 2001 tuvo lugar el ataque terrorista contra los Estados Unidos. Pocos días después, el 15 de septiembre, Bush reunió a sus principales asesores en Camp David. El neoconservador Wolfowitz aprovechó la ocasión para recoger la idea de su maestro, Wohlstetter, y proponer una guerra generalizada contra el terrorismo, incluyendo Irak.

Los partidarios de la teoría conspiradora, que por aquel entonces ya hacía tiempo que había cruzado el Atlántico, entraron en ebullición. Heinrich August Winkler (“Wenn die Macht Recht spricht”, en Die Zeit, 26 de junio 2003) sólo encontró una diferencia entre la “revolución conservadora” que precedió a la llegada de Hitler en Alemania y la situación de los Estados Unidos: que los straussianos habían encontrado en Bush lo que Carl Schmitt había buscado inútilmente, el acceso al gobernante. A partir de este momento la crítica se transforma en parodia y toda hipérbole parece legítima como denuncia de la conspiración. En 2003, el excéntrico candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Lindon LaRouche, hace de Leo Strauss un “destacado ideólogo fascista” y una “criatura depravada y satánica”. LaRouche distribuyó más de 400.000 ejemplares de un panfleto antistraussiano que el diario Al Arab International publicó íntegramente en su edición del 3 de julio. Otros optando por la lírica fácil, como Jim Lobe, denunciaron que los “Neocons dance a Strauss waltz”; otros, prefiriendo la épica, se decantaron por la sal más gruesa, como Jeffrey Steinberg, que trata Strauss de “Fascist Godfather of the Neo-Cons”. Otros fueron más directos y se contentaron con tacharlo de likudnik. Se abrió la veda del pim-pan-pum y todo calibre estaba permitido. Se habló de los “leocons”, de los “straussianos Hijos de Satán”, de “la filosofía satánica de Leo Strauss”, etc, etc. En esta situación incluso los “paleoconservadores” se sienten orgullosos de su diferencia.Uno de los más fieles enemigos de Strauss ha sido Patrick Buchanan (BUCHANAN, Patrick, “Whose War?”, en The American Conservative, 24 de marzo de 2003). En Le Monde y en Nacional Review se han encontrado con frecuencia los mismos argumentos contra Strauss.

En el 2003, cuando más arreciaba la balacera, Richard Rorty tuvo la dignidad de salir en defensa de Leo Strauss, a quien había tenido de profesor en Chicago. Ya hemos hablado de eso. ¿Pero quién va a hacerle caso a Rorty pudiendo mantener una buena teoría conspirativa?

miércoles, 27 de febrero de 2008

Filosofía y sectarismo

“La filosofía como tal no es sino genuina consciencia de los problemas” y “el filósofo deja de ser filósofo en el momento en que la certeza subjetiva de una solución pasa a ser más fuerte que su conciencia del carácter problemático de tal solución. En ese preciso instante nace el sectario”.

Leo Strauss, De la tiranía

martes, 26 de febrero de 2008

Sobre el sentido de la filosofía

A los filósofos y a las filosofías podemos clasificarlos de muchas maneras. Por ejemplo podemos diferenciar entre los escolásticos y los problemáticos (sí, ya lo sé, la terminología es tramposa, pero quiero decir muchas cosas con pocas palabras y necesito alcorzar, que dicen en mi tierra).

Los escolásticos son aquellos filósofos cuyo pensamiento se puede resumir para elaborar con él, a base de preguntas y respuestas, una especie de catecismo. Normalmente ningún gran filósofo se deja reducir de esta manera, pero por desgracia ningún gran filósofo se libra de un sucesor corto de miras convencido de la posibilidad de administrar el pensamiento del maestro en pastillas de caldo filosófico concentrado. Tomás de Aquino es más grande que los tomistas y Marx más grande que los marxistas (yo soy de los que aprendí marxismo de la Vulgata de Marta Harnecker después de haber aprendido catolicismo en el catecismo del Padre Astete). Me parece que se puede decir con tranquilidad que todo filósofo que se deja resumir es un mal filósofo o por haber escrito demasiado o por haberse dejado robar la cartera teórica por sus discípulos (ya, ya… vuelvo a hacer trampas).

Los filósofos cabales están peleando con problemas. Quiero decir que andan más ocupados en encontrar el perfil exacto de un problema que en desmenuzarlo en respuestas gastrosóficas (con todos mis respetos por la gastrosofía). Lo importante con los filósofos creadores es comprender contra qué están pensando. Estos filósofos son creadores porque encuentran vías de acceso originales a los grandes problemas (que se reducen a dos: la "physis" y el "nomos"). Crean las preguntas que los intelectuales suelen ir contestando por los periódicos.

Con los filósofos creadores ocurre, además que su pensamiento es un “work in progress” y adentrarse en él es meterse en un tobogán en el que no puedes parar a descansar. Ahora bien lo que te ofrecen es magnífico, es la filosofía en acto. Cuando esta oferta va acompañada por la comprensión del lector, entonces, como decía Aristóteles, eso es la hostia. Lo digo con todos los respetos, pues lo que dice Aristóteles es que si Dios se encuentra siempre como nosotros en esos momentos, es digno de admiración.

A medida que la expansión del horizonte científico ha ido poniendo más y más interrogantes sobre la mesa, es más duro ser filósofo escolástico. ¡A ver quién se atreve a decir que tiene todas las respuestas sobre el Todo! La filosofía escolástica, ha muerto definitivamente… si es que alguna vez vivió (quiero decir: si es que filosofía escolástica no es un oxímoron). Hemos de reconocer que hay muchas, muchas cosas que no sabemos. Y cada día hay más.

Para unos esto es, simple y llanamente el fin de la filosofía.

Para otros, entre los que me encuentro, esto significa que es posible recuperar a Sócrates.

Para que esta posibilidad sea algo más que un deseo bienintencionado deberíamos, además, asegurarnos de que las cosas humanas son noéticamente singulares, es decir, que el acceso a las cosas humanas es diferente del acceso a las grandes cuestiones científicas. Si se dieran ambas condiciones, y yo creo que se dan, sería posible, de nuevo, ser socrático.

lunes, 25 de febrero de 2008

Rorty sobre Strauss

Cuando se trata de Strauss, inevitablemente se lo tiende a medir con el rasero de alguno de sus discípulos neoconservadores, mientras que se ignoran aquellos, que no son pocos, que han sido críticos con el neoconservadurismo. Allá cada cual con sus varas de medir.

Pero Strauss es mucho más complejo que lo que pretenden los que lo leen desde el reclinatorio, el púlpito o la trinchera. Y como ejemplo, ahí está en nombre de Richard Rorty. Posiblemente sorprenderá a alguno saber que fue alumno suyo en Chicago, pero nunca lo ocultó. Más aún, siempre habló de Strauss con aprecio. Hay más declaraciones de Rorty sobre Strauss que de Kristol, pero las de Rorty se ignoran y las de Kristol se magnifican. Nada nuevo bajo el sol, ciertamente.

Me voy a limitar a dos entrevistas que le hicieron en el año 2003, en plena fiebre antistraussiana.
La primera apareció en “Philosophy New”. Cuando el entrevistador le pregunta qué profesores lo influenciaron más, Rorty nombra, por este orden, a Leo Strauss, Charles Hartshorne (discípulo de Whitehead) y Rudolph Carnap.

De la segunda, en “The Believer”, extraigo algunas frases de sus respuestas:

  • “Hay algunos straussianos en la administración Bush, pero no creo que eso tenga ninguna relevancia, porque mucha gente que se identifican como intelectuales straussianos no tienen nada que ver con Strauss”.
  • “Se pueden tener dudas sobre la democracia. Posner tenía dudas sobre la democracia, Schumpeter tenía dudas sobre la democracia, todo el mundo tiene dudas sobre la democracia. Hay muchas cosas preocupantes en ella: siempre se corre el peligro del populismo fascista, las asambleas representativas son siempre corruptibles. Todo el mundo lo sabe".
  • "No estoy en absoluto seguro que Strauss hubiera estado interesado en votar a Bush antes que a Gore, porque pensaba que el liberalismo Americano, incluyendo el sistema de protección social (welfare state), era un acuerdo perfectamente razonable. Por el hecho de que ambos estaban en Chicago, la gente asocia a Milton Friedman con Leo Strauss, pero no hay ninguna conexión particular”

  • “Strauss podría haber desaprobado la idea del complejo military-industrial”.

  • “Strauss hubiera encontrado increíble que pudiera ser relacionado con la campaña por la moralidad de la ‘Southern Baptist Convention’”

  • “No creo ni por casualidad que pueda hallarse ninguna conexión entre Strauss y la administración Bush”.

  • “La arrogancia del intelectual es la misma en la derecha que en la izquierda. Y si quieres una manera de ser arrogante, Marx te proporciona un ejemplo mucho mejor que Strauss”.
Que conste que a mi me parecen algunas de estas ideas de Rorty más que polémicas, tan polémicas al menos como algunas ideas de Kristol sobre Strauss.

Recupero el hilo del post anterior. Por pura casualidad me he encontrado con un artículo de Morton A. Kaplan, un influyente profesor de filosofía política en Chicago que nada tenía que ver con Strauss (más bien estaba en una posición ideológica opuesta a la suya) en el que menciona la conferencia de Popper a la que hacía mención. Dice que Popper "rechazó la necesidad hegeliana señalando la existencia de accidentes en la historia, sin darse cuenta de que para Hegel la historia es el reino del accidente". Realmente la incapacidad de Popper para comprender a Hegel le hace caer en la parodia, lo que es un índice de su inteligencia filosófica.

domingo, 24 de febrero de 2008

Strauss, Voegelin, Popper.

A principios de 1950 Popper dio una conferencia en la Universidad de Chicago que a Strauss le pareció malísima. Poco después Strauss se enteró de que Popper podía estar aspirando a un puesto docente en esta universidad y contribuyó de manera decisiva a cerrarle el paso. Lo primero que hizo fue buscar la alianza de Voegelin.

Le escribió una carta en la que no ahorra adjetivos calificativos para despreciar a Popper. Lo tiene por un positivista tan engolado como incompetente. “Muy malo. No concibo que un hombre así sea capaz de escribir algo digno de ser leído y aun así hoy parece un deber profesional conocer sus publicaciones. Me podría decir Ud. algo al respecto —si lo desea, lo guardaré para mí.” (carta de 10.4.1950).

Voegelin le contesta inmediatamente, dejando meridianamente claro que su opinión sobre Popper no es mejor que la de Strauss: “Este Popper ha sido durante años no exactamente una piedra con la que uno se tropieza, sino una china molesta que tengo continuamente que apartar del camino porque constantemente la gente me mienta su trabajo sobre “la sociedad abierta y sus enemigos” como una de las obras maestras de nuestro tiempo. Esta insistencia me persuadió a leer el trabajo aunque de motu propio ni lo hubiese hojeado (…). Lo menos que se puede decir es que es un libro impúdico, mierda diletante (dilettantish crap). Cada frase es un escándalo. (…) Las expresiones «sociedad cerrada» y «sociedad abierta» están tomadas de las Deux Sources de Bergson sin explicar las dificultades que indujeron a Bergson a crear esos conceptos. Popper toma esos términos porque le suenan bien (…). Si la teoría de Bergson sobre la sociedad abierta es histórica y filosóficamente consistente (que es lo que creo), entonces la idea de la sociedad abierta de Popper es basura ideológica. (…). Popper es tan inculto filosóficamente (…) que no es ni siquiera capaz de reproducir aproximadamente el contenido de una sola página de Platón. Leer no es lo suyo (reading is no use to him) (…) En suma: el libro de Popper es un escándalo sin circunstancias atenuantes; por su actitud intelectual es el producto típico de un intelectual fracasado; espiritualmente, uno tendría que usar expresiones como granuja, impertinente, burdo; en términos de competencia técnica, como una obra de la historia del pensamiento, es diletante y por lo tanto vacío”.

Aunque Voegelin le pide a Strauss discreción con el uso de esta carta, deja bien claro que “sería faltar al deber profesional apoyar este escándalo con el silencio” (Carta de 18.4.1950). Se refiere, claro está, a la posible contratación de Popper. Strauss hizo el uso que creyó adecuado de la misma, mostrándosela a quienes tenían competencia para decidir sobre la cuestión.

“Usted ayudó a evitar un escándalo”, le agradece a Voegelin en una carta posterior (8.8.1950).

sábado, 23 de febrero de 2008

Mi gata y su mascota

Hay una extraña neblina en Ocata. Y Bacallà Salat se ha puesto melancólica. Se empeña en no dejarme ni leer ni escribir. Se sube a la mesa, se sienta sobre el teclado y comienza a refregar su nuca contra mi barbilla. Si le grito y la bajo al suelo, se enfada y me muerde los pies. Si me enfado yo, se queda en un rincón mirándome con unos ojos brillantes, profundos y melancólicos en los que poco a poco me va macerando. Cuando me tiene bien ablandado y a su merced, salta de nuevo sobre el teclado. Así no hay quien escriba un post.
Ya perdonaréis, pero hoy le voy a ceder la palabra a mi admirada Olivia y os dejo con ella. No es mala compañía en días como este, cuando afuera hace frío y adentro tu gata decide usarte de mascota.

- ¿Por qué, señor Antonio, todos los demás animales traen la cabeza baja, mirando a la tierra, y el hombre solo la trae alta, siempre derecho mirando al cielo?

- Porque como el origen y nacimiento del ánima del hombre fue del cielo, quedóse así colgando de él, y tomó su principal asiento y silla en la cabeza del hombre (como la raíz de las plantas quedó asida, al revés, en la tierra), y allí en el alcázar real le hizo el Hacedor de la naturaleza tres salas (que son tres celdas de la médula del cerebro), en las cuales hiciese sus acciones y oficios espirituales. En la primera de la frente para entender y sentir lo presente. La de en medio para imaginar y raciocinar lo ausente, juzgar y querer o aborrecer. La postrera para guardar las especies de lo ya pasado y ausente con tanto orden y tan admirable cual podréis ver en la anatomía. Allí junto a ella le fabricó cinco órganos o puertas para los sentidos

Doña Olivia Sabuco de Nantes Barrera,
Coloquio del conocimiento de sí mismo.

Tocando lo que no suena

¿Por qué los serbios de Bosnia o de Kosovo no tienen derecho a la autodeterminación?

viernes, 22 de febrero de 2008

Observando las barbas del vecino

En Francia el gobierno de Sarkozy acaba de hacer públicas sus propuestas de modificación de los planes de estudio de la enseñanza primaria. Lo primero que hay que decir es que los planes de estudio franceses padecen la misma enfermedad que los nuestros: tienden a volatilizarse. Por las razones que sean no hay manera de hacerlos pasar de la letra de la ley a la práctica escolar de manera verosímil. Por el camino se esfuman. Cuando esto le ocurre a un plan de estudios es que, simple y llanamente, carece de credibilidad. Y a esta falta de credibilidad han contribuido poderosamente los políticos negándose a establecer consensos estables. Cada gobierno tiene necesidad de diseñar sus propios planes de estudio. Y eso es un desastre. Los planes anteriores, elaborados por Jack Lang, son del 2002 y ya fueron modificados en parte en el año 2006. Cuando se cambia tanto se está enviando un mensaje muy claro al sistema escolar: que todo es provisional y que no hay que tomarse nada demasiado a pecho. Este es, obviamente, un factor de desmoralización colectiva, porque las autoridades educativas están jugando frívolamente con la imagen de su autoridad.

Dicho esto añadiré que a mi modo de ver los nuevos programas van por buen camino y parecen atenerse a lo que el sentido común aconseja. El aspecto que más sobresale es la insistencia en la enseñanza del francés y de las matemáticas, cuyo protagonismo es absoluto en la enseñanza primaria. Por una parte intentan ofrecer al profesorado mensajes claros y directos. Nada de asignaturas de nombres tan ambiguos como “Observación reflexiva de la lengua”, que forma parte de los programas en vigor, sino gramática, ortografía, redacción o exposición oral. Se reseña la necesidad de “una atención permanente a la ortografía” y parece que se quiere hacer frente de manera decidida a la práctica escolar, común tanto en Francia como en España, de pasar la patata caliente de la ortografía al curso o al nivel siguiente.

¡Ah, y, por supuesto, se introduce una obsesión del presidente Sarkozy, el amigo de Rajoy, “l’instruction civique et morale”!

jueves, 21 de febrero de 2008

La gran conversación

En un comentario al post anterior Pseudópodo recordaba la idea de “La gran conversación”. Y como una cosa lleva a la otra...

Los textos de Strauss de finales de los años cincuenta presentan la educación liberal como el acceso a la gran conversación que mantienen entre sí los grandes autores del canon occidental. “La educación liberal consiste en escuchar la conversación entre las mentes más grandes”. Aunque algunos han presentado a Strauss como autor de esta idea y han escrito sesudos ensayos sobre su originalidad filosófica, en realidad la idea es de Robert Hutchins que la había popularizado mucho antes de que Strauss la utilizara.

Hutchins dirigió la edición de las grandes obras del canon occidental publicada por la Enciclopedia Británica en 1952 con el título genérico de “The Great Books of the Western World”, un proyecto incubado en la Universidad de Chicago a finales de los años 50. En el volumen introductorio, titulado “The Great conversation”, Hutchins sostenía que la tradición occidental es inseparable de la gran conversación entre los grandes autores del canon que se inició en la aurora de la historia y que continúa en el presente. La participación en “la gran conversación” era también para él la sustancia de la educación liberal porque nos permite acceder a la gran república del saber. Creía firmemente en el poder educador de los grandes libros y en su capacidad para contrarrestar la influencia de los aspectos más preocupantes de la civilización occidental, como el materialismo, la rapacidad, el orgulloso etnocentrismo, etc. ¿Hizo Strauss suya la concepción de Hutchins sobre la educación liberal?

Cuando Strauss se convierte en portavoz de “la gran conversaciónla Enciclopedia Británica estaba vendiendo el lote completo de libros del canon occidental puerta a puerta por las casas de Los Estados Unidos con un éxito considerable de ventas. Hay que reconocer que los volúmenes estaban muy bien editados y sus lomos resultaban muy vistosos y elegantes.

La defensa straussiana de “la gran conversación” no tiene absolutamente nada que ver con esta operación de marketing.

Sin duda animó a estudiar los grandes libros y a participar en la “gran conversación” y creía también que esta participación era esencial para la educación liberal. Pero la educación liberal, por muy importante que sea, es una educación política, no filosófica. Para Hutchins la educación liberal es un fin en sí misma; para Strauss esto sólo es cierto para los que no son filósofos. El arte de la lectura que propugna Strauss persigue un más allá de la educación liberal (y por lo tanto de la política) respecto al cual el liberal Hutchins era completamente ciego.

miércoles, 20 de febrero de 2008

El papel de la Universidad

En 1935 se puso en marcha en la ciudad de Chicago una campaña de desprestigio de su Universidad que estaba dirigida por un poderoso hombre de negocios, Charles R. Walgreen, y apoyada por Randolph Hearst. El motivo: considerar que la Universidad de Chicago era un centro de difusión del comunismo en los Estados Unidos. Aunque armó mucho ruido, la campaña fracasó porque se encontró en frente a un rector de armas tomar, Robert M. Hutchins.

Voy a resumir las ideas de Hutchins sobre el papel de la universidad en la sociedad a partir de un discurso radiofónico suyo del 18 de abril de 1935. El objeto inmediato del discurso era defenderse de las acusaciones de Walgreen y Hearst, pero su contenido trasciende esa situación y continúa siendo de actualidad.

Una universidad es una comunidad científica. No es un jardín de infancia; no es un club; no es un reformatorio; no es un partido; no es una agencia de propaganda. (…) Sócrates decía que lo único que sabía positivamente era que se encontraba obligado a investigar. La investigación implica hoy, como en tiempos de Sócrates, la puesta en cuestión de todos los problemas importantes y de todos los puntos de vista. Puede encontrarse a Sócrates discutiendo incluso de comunismo en la República de Platón. La acusación que permitió la ejecución de Sócrates es la misma que actualmente se lanza sobre nuestros profesores: la de corromper a la juventud. Los científicos de América procuran, a su humilde manera, seguir la profesión de Sócrates. Algunas personas hablan como si desearan para nuestros científicos el destino que padeció Sócrates. A estas personas deberíamos recordarles que los atenienses se quedaron sin Sócrates cuando acabaron con él. (…) En América hemos depositado tal confianza en la democracia que estamos dispuestos a mantener instituciones educativas de la más alta calidad en la cuales debe buscarse la verdad para, cuando se la encuentre, comunicarla a nuestro pueblo. No tenemos miedo a la verdad, ni nos atemoriza pensar que puede surgir del choque entre las opiniones. El pueblo norteamericano debe decidir si continuará tolerando la búsqueda de la verdad. (…) Desde un punto de vista universitario lo relevante de un profesor no es lo concerniente a su vida o a sus opiniones, privadas o públicas, sino a su competencia profesional. Su vida privada, sus opiniones políticas, sus actitudes sociales o su doctrina económica son irrelevantes para la universidad.

Hutchins le ganó la partida a Walgreen. Y lo hizo de tal modo que este último acabó donando un fortunón a la Universidad de Chicago para la creación de las conocidas como “Walgreen Lectures”, unas conferencias anuales que todavía siguen vigentes. En las “Walgreen Lectures” se presentaron, en forma de conferencias, algunas de las obras filosóficamente más relevantes del siglo XX, como “Natural Right and History” de Leo Strauss; "The Man and the State” de Jacques Maritain; “The Human Condition” de Hannah Arendt o “The New Science of Politics” de Eric Voegelin.

Recordad que estamos hablando de 1935, dos años después de que Heidegger pronunciara su vergonzoso “discurso del rectorado” en el que ponía la universidad alemana a los pies de Hitler.

martes, 19 de febrero de 2008

Premio Nostromo de Novela

Los amigos de NOSTROMO me piden que haga publicidad del XII PREMIO DE NOVELA NOSTROMO 2008. Y yo que soy amigo de mis amigos, atiendo encantado su petición.

Legalidad y cinismo

El ecosistema de la política internacional es, como cualquier otro ecosistema, un equilibrio inestable entre relaciones de fuerzas. Tanto es así que en política internacional los principios tienen el valor de un arma arrojadiza.

Hoy ya se ve claro que toda la retórica occidental en favor de los derechos humanos formaba parte de la estrategia de la guerra fría.

Cayó el telón de acero y los derechos humanos pasaron a ser argumentos filantrópicos de las ONGs.

La legalidad es en política internacional una táctica. De ahí que la defensa de los principios convenga cedérsela a las ONGs, que para eso las subvencionamos.

¡Ya ven, hoy estoy empapado de cinismo!

Pero el cinismo es a la naturaleza lo que la ironía a la cultura.

Y la política internacional tiene mucho, mucho que ver con la naturaleza. ¿Verdad Hobbes?

¿Quién se acuerda hoy de los argumentos de Villepin en el Consejo de Seguridad de la ONU durante las discusiones previas a la Guerra de Irak, defendiendo la supremacía de la legalidad internacional sobre cualquier otra consideración? Desde luego el actual ministro de Asuntos Exteriores francés, no. De ahí que sea tan singular ver al Señor Moratinos recogiendo los argumentos de Villepin para defender la posición española respecto a la independencia de Kosovo.

Y Kosovo es un acto de fuerza que se pasa la legislación internacional por los principios.

El espectáculo sería interesante si no nos tocara tan de cerca.

Los grandes países son los que pueden permitirse subvencionarse sus principios estratégicos con sus propias fuerzas. Los países pequeños son los que no pueden pagarse el lujo de tener principios y por eso en lugar de política internacional, tienen comercio exterior. Que no es lo mismo.

Trasímaco ha salido del Libro I de la República de Platón y ha tomado la palabra en la ONU: La ley, nos ha recordado, nunca es independiente de la voluntad del más fuerte. O si lo preferimos, que sea Maquiavelo quien lleve la voz cantante. ¿No fue él quien dijo que las buenas leyes dependen de buenas armas?

lunes, 18 de febrero de 2008

Un libro de colores

Una película de Isaak Julien consagrada a Derek Jarman ha obtenido un importante premio en la Berlinale 2008. Como me escribe un amigo parisino, es una buena ocasión para recordar un libro magnífico, “Chroma. Un livre de couleurs”, publicado por L’Éclat en 2003 y recogido en su momento por los medios franceses con la más absoluta indiferencia.

Una versión de esta joya se encuentra disponible en internet. A los que sabéis francés os recomiendo que le echéis una mirada. Los que domináis el inglés, si os interesa, tendréis que acudir a Amazon.

Kosovo

De nuevo los Estados Unidos defienden sus intereses en Europa. Hacen bien. Los que hacemos mal somos los europeos, que continuamos sin saber cuáles son nuestros intereses en Europa. Albania se ha convertido, de facto, en un Estado asociado más (de los USA, claro) y Kosovo en un Estado asociado de Albania. Lo que ocurre nos arrolla, aunque no parezcan saberlo los que pretenden mirarse en las aguas turbulentas de este río.

El desorden de los Balcanes es la medida justa del orden que es capaz de garantizar Europa.

¡Rediós!

Estas cosas sólo pueden venir de "La" Galaxia.

domingo, 17 de febrero de 2008

Con los diarios daneses, por supuesto.

I

Cada vez que critico públicamente alguna conducta fanática del islamismo, me veo en la obligación de hacer frente a un tipo de razonamiento basado en la falacia “tu quoque” (que es esa falacia parvularia del "¡Y tú más!"), que pretende poner en cuestión mis posiciones mediante una crítica generalizada de lo que el cristianismo ya NO es para exculpar (implícita o explícitamente) al Islamismo radical por lo que SÍ que es. Y es agotador discutir cuando no hay posibilidad de sostenerse sobre un suelo común.

El cristianismo ha sido históricamente muchas cosas, y ahí está su compleja historia, para encontrar ejemplos de todo tipo, de lo mejor y lo peor. Varias veces he sacado a relucir en este Café al Agustín empeñado en convertir a infieles a cristazo limpio. Pero lo peor del cristianismo pasado no puede legitimar de ninguna manera ninguna conducta del islamismo presente. Quienes desde la afirmación de los derechos inalienables del hombre critican al cristianismo por esencialista y, al mismo tiempo, justifican al islamismo porque ellos (los críticos) no lo son, no debieran descartar que en la teoría de la ley natural cristiana se encuentre el antecedente imprescindible de la teoría de los derechos del hombre. Desde luego lo buscarán inútilmente en la sharia.

II

Sólo se puede ser poscritiano si previamente se ha sido cristiano.

III

Leo en la prensa que algunos musulmanes residentes en España preguntan lo siguiente: “¿Si se ha legalizado el matrimonio gay, por qué no legalizar la poligamia?” Les responden algunos con un curiosísimo argumento: “Porque no se puede respaldar una práctica vejatoria para la dignidad de las mujeres”. ¿Y quién define qué es la dignidad de la mujer? Me imagino que, visto como van las cosas, las propias mujeres. Bastaría con garantizar, entonces, que hay mujeres que asienten libremente a la poligamia para legalizarla. Y, de paso, legalizamos también la poliandria. Si el deseo es el fundamento de la ley, ¿por qué no defender los Deseos Universales del Hombre y del Ciudadano?

IV

Con los diarios daneses, por supuesto.

sábado, 16 de febrero de 2008

Futesas y pajarillos en la cabeza

Llego a casa con la cabeza llena de pajarillos. No estoy seguro de si es por lo que estoy viendo en la tele o por los efectos de la comida en casa de Enid Negrete, la sobrina de Jorge Negrete. En la tele ZP y Rajoy. Ya he aceptado que no nos traten como adultos. Posiblemente no debemos merecerlo. ¿Pero deben ser, inevitablemente tan, tan previsibles y aburridos? Seguramente será el tequila. El caso es que quienes los escuchan parecen enfervorecidos. Un muy alto cargo del PSC, con quien me he encontrado en La Central, me dice que no están preocupados. ¿Qué me va a decir? Enid está catalogando los archivos del Gran Teatre del Liceu y está encontrando auténticas joyas. Los pajarillos siguen con su jolgorio. Para joya, joya, su tequila. Hemos comenzado lo comida con un buen trago. Para ir abriendo el apetito. Gracias a Dios la densidad de nuestra vida está por encima de las proclamas de nuestros políticos (o eso espero). Doy una vuelta por mis blogs dilectos y me encuentro con esto:

viernes, 15 de febrero de 2008

Siracusa 2.0

Siracusa 2.0 es una página dedicada a las ciencias sociales, el pensamiento político y la intersección entre humanidades y ciencias naturales. Consta de un agregador de bitácoras y una revista on line para artículos más extensos y densos, y en un futuro no muy lejano esperamos incluir otros contenidos, como vídeos, podcasts, etc. Siracusa 2.0 es el proyecto y la responsabilidad exclusiva de siete personas, a las que muchos conoceréis ya: Gregorio Luri, Eduardo Robredo, José Antonio Corral, Andrés Gil von der Walde, Isidoro Lamas, Fernando Ramírez y yo mismo. Además de nuestros blogs, en el agregador figuran también otros que hemos seleccionado por su calidad e interés: Chiaroscuro, de Irene Sánchez; Kantor; MadridPundit, de Mike Money; Trampa 22, de Whitard; y Usafari, de Paco Beltrán.


Siracusa 2.0

Estáis todos invitados

Con Wikipedia






Me imagino que a estas alturas todos estáis al tanto de la campaña islamista para que Wikipedia retire de la entrada "Mahoma" las imágenes del Profeta. Con este post simplemente quiero manifestar mi apoyo a Wikipedia y, en especial a su versión española, de donde he recogido estas imágenes.

Sobre la filosofía

Llevo un buen rato dándole vueltas y ahora lo veo claro: La filosofía que se tome en serio a sí misma debe tener menos confianza en sus resultados que la religión, la moral o la opinión. Es el precio a pagar por la libertad incondicional de la teoría.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Invisible socratic cow

Recibo emocionado desde Newcastle un mail en el que el remitente me cuenta lo siguiente: "No sé como, ni cuándo, ni de qué manera, me he encontrado con el link que más abajo encontrará. Yo creo que ha sido algo sobrenatural, una experiencia religiosa. Lo curioso de esto es que por fin, he conseguido ubicar la tan famosa vaca socrática que tanto luce en el café". El link, obviamente, remitía a la imagen que os presento.
El Café de Ocata lo anunció en su momento: El avance de la vaca socrática es imparable.

Añadido a las 23: 09: Información complementaria
Proporcionada por Don Cogito

Chillida y Tindaya

Parece que vuelve la polémica sobre el proyecto póstumo de Eduardo Chillida de crear un cubo de 50 metros de lado en el interior de la montaña de Tindaya, en Fuerteventura. Que conste que no tengo una opinión formada sobre esta cuestión. No sé cómo afecta esta obra a una zona que está considerada monumento natural, aunque dudo que visitar una “gran escultura para la tolerancia”, que era lo que pretendía hacer Chillida nos haga más tolerantes. Incluso dudo de que la tolerancia pueda elevarse a principio moral. No sé tampoco si los ecologistas que se oponen al proyecto son, como los calificó el artista, un “un coñazo espantoso”, aunque me imagino que lo serán, como es la obligación de todo ecologista militante. Lo que sí sé es que el argumento de que lo único que movió a Chillida fueron sus ansias de perpetuarse en el tiempo y de dejar una obra para la eternidad en un ataque de egolatría, no vale un céntimo de euro. Gracias a que han existido artistas ególatras dispuestos a perpetuarse en el tiempo pese a quien pese, disponemos de eso que se llama “historia del arte”. Walter Benjamín decía que no hay un monumento de civilización que no sea también un monumento de barbarie.

Postales filosóficas: Spinoza

martes, 12 de febrero de 2008

El significado del significado

Futesas de un 12 de febrero

Esta mañana subía yo por La Rambla de Cataluña dirigiéndome al restaurante en el que había quedado con Luis, el del bosque, cuando un hombre de unos 30 años que pasaba a mi lado se ha vuelto de repente para preguntarme la hora. Evidentemente no era español. “La una y media”. “A usted no le importa hablar con los extranjeros, ¿verdad?”, me ha vuelto a preguntar. “Pues depende de lo que tengamos que decirnos”. “Es que en España hay mucho racismo”. “Por ejemplo –le he contestado- esta es una cuestión que no me interesa nada hablar con nadie ahora mismo”. “Ya veo que usted es también racista.” Ha acelerado el paso y se ha alejado de mí, con cara destemplada. Tal cual.

Un día curioso, el de hoy.

Tras despedirme de Luis me he encontrado en la calle con Manuel Cruz, que tiene las librerías invadidas con sus libros. Quizás haga alguna cosa en la revista que tan dignamente dirige, Barcelona. Metropolis.

He vuelto a Ocata muy cansado. A mi lado una chica joven leía en una revista en inglés un artículo sobre Donald Judd, aquel artista minimalista que propugnaba "an art without feeling".

lunes, 11 de febrero de 2008

Fábula de los despojos de Deseo

Andaba Zeus muy alterado por el Olimpo. Paseaba de aquí para allá con las manos cogidas a la espalda y la mirada un poco perdida. Los acontecimientos estaban tomando un cariz muy muy preocupante. Desconocía las razones exactas, pero lo evidente era que los hombres se estaban olvidando el cielo. Ya no ponían atención en los sacrificios y el humo que ascendía hasta las nubes no sabía a grasa, sino a carne flaca, vieja y quemada. Los templos estaban vacíos y las estatuas de los dioses cubiertas de líquenes. A Delfos sólo acudían judadores empedernidos a consultar con la Pitia asuntos relativos a las quinielas. Se acercó de nuevo a las puertas del cielo. Nada, ni un alma humana. Sin embargo hasta él llegaban las algarabías de las larguísimas colas que formaban los hombres esperando su turno para entrar en el infierno. Caronte no daba abasto.

“¿Qué diablos está pasando?”, gritó perplejo.

Hermes fue quien le informó que Pandora era la culpable de todo. Al destapar la famosa tinaja había dejado en libertad al Deseo que desde aquel día volaba a su antojo de aquí para allá seguido siempre por multitudes de hombres.

Tras meditar un rato las alternativas que tenía, Zeus decidió que a grandes males, grandes remedios, y ordenó a Apolo que secuestrara al Deseo y lo encerrase bajo siete llaves en una prisión del cielo. De esta manera los hombres se olvidarían de él y todo volvería a ser como antes.

Apolo cumplió fielmente con la orden recibida y durante unos días pareció que las cosas volvían a su cauce.

Pero nadie contaba con que las musas, que atraviesan paredes, se encapricharían con Deseo. Cada día le llevaban algún regalo. Un día Erato le cosió un trajecito de marinero, con su gorrita y sus guantes. Deseo parecía con él un niño de primera comunión. Se gustó tanto que tiró sus ropas viejas por la ventana.

Quiso la causalidad que fueran a caer a los pies de Memoria, que desde entonces anda tan ufana vestida con los despojos del Deseo.

domingo, 10 de febrero de 2008

Señor, líbranos del celo de tus pastores

El cristianismo es una religión muy rara. Heredero de la síntesis entre el proyecto mesiánico del judaísmo y la lectura utópica el platonismo, el cristiano siempre se ha sentido incómodo en el presente y ha estado clamando por un futuro mejor. De ahí que el progresismo pueda entenderse como el cristianismo de los poscristianos. El presente es para el cristiano, por definición, perfectible. Desde un punto de vista religioso, en el futuro encuentra la promesa de una Jerusalén celestial y desde un punto de vista político, no hay cristiano que no piense que los políticos dejan mucho que desear. Jesús no fue un legislador, sino un maestro. Tanto es así que los lectores musulmanes y judíos de los evangelios siempre se han sorprendido de los poquísimos preceptos que hay en ellos. El reino de Jesús no es de este mundo, sino del César, y hay que dejar en manos del César lo que le pertenece al César. Para Pablo el cristiano no es ciudadano, propiamente hablando, de ningún régimen político terrestre porque su auténtica patria está en el cielo. Por lo tanto, se puede ser cristiano en regímenes políticos muy diferentes. Esto es lo que no ocurre ni con el Islam ni con el judaísmo. Para estas dos religiones la ley es la expresión más clara de la fe. Creer, es para un musulmán o un judío, obedecer la ley no porque sea buena, sino porque es un mandato divino que supera toda racionalidad. La prohibición del vino, para un musulm án, no se debe a que el vino sea malo, pues de hecho el paraíso es una orgía de alcohol y sexo, sino a la voluntad de Dios, que es inescrutable. Avicena y Maimónides entendieron siempre que la ciudad ideal de Platón ya había sido instaurada por Dios con su ley. Lo que le corresponde a un buen creyente no es buscar la mejor forma de gobierno, sino comprender que la ley ya expresa la mejor forma de gobierno y, en consecuencia, aceptarla como tal.

Desde Tomás de Aquino el cristianismo buscó en la naturaleza la palabra de Dios. Puesto que Dios había creado el mundo, su creación debía expresar su voluntad y ésta no podría ser sino buena. Las ideas de Dios y de Bien (del Bien platónico) son indisociables en la concepción cristiana de la divinidad. De ahí surge la idea de buscar leyes naturales que sean, al mismo tiempo, racionales y expresión de la voluntad divina. El cristianismo busca en la racionalidad de la naturaleza un modelo de conducta que satisfaga a la vez las necesidades naturales y las religiosas. La carencia de una ley revelada abrió un camino de investigación filosófico-religiosa en el que aún estamos metidos.

Para el Islam y para el judaísmo el concepto de “ley natural” del cristianismo no puede ser sino confuso. No niegan la existencia de leyes naturales, lo que niegan es que puedan servir de modelo de conducta para el hombre y, desde luego, niegan que puedan servir para expresar la palabra de Dios. El Dios musulmán y judío está de forma absoluta mucho más allá del bien y del mal. Es un Dios al que se le obedece y punto. El musulmán y el judío siempre ha de estar dispuesto a ofrecerle a Dios el sacrificio de su hijo, como Abraham.

El musulmán y el judío no pueden adaptarse a cualquier régimen, sino a aquellos en los que la ley pueda ser practicada y, en el fondo, su aspiración es vivir en un Estado en que la ley sea la única norma de conducta.

La diferencia obvia entre islam y judaísmo es que el Islam es una religión expansiva, mientras el judaísmo, no. El musulmán tiene la obligación religiosa de expandir la ley. El judío se sabe el pueblo elegido y no puede, por sí mismo, expandir esta elección divina a los demás pueblos. Vive su religión para adentro y no obliga a nadie a compartirla, mientras que el musulmán vive su religión para afuera y tiene necesidad de manifestar públicamente que vive de acuerdo con una ley que debería ser impuesta a todos.

Dicho esto me gustaría saber cómo demonios el Señor “Archbishop of Canterbury”, el Dr Rowan Williams, cree que pueden adoptarse “ciertos aspectos” de la Sharia en el Reino Unido. Estas cosas, obviamente, sólo se le pueden ocurrir a un cristiano.

El Dr Rowan Williams, “Archbishop of Canterbury”.

sábado, 9 de febrero de 2008

Sueño filosófico

Hemos ido todos juntos a casa de Wong Kar-wai, que amablemente nos había invitado a tomar el té con él para contemplar desde la azotea cómo la ciudad se sumerge para siempre en el mar. Hablamos, por supuesto, mientras llegaba el resto de los invitados, de los caprichos de la memoria. Estaba especialmente interesado por la memoria amorosa de Francine, el autómata construido por Descartes, quien, por cierto, se empeñaba en desmentir todo lo que yo iba diciendo. El la había diseñado, es cierto; pero ella me había amado sólo a mi. Hegel insistía en que los dos teníamos razón, porque expresábamos dos momentos de la misma verdad. ¿Quién controla a quien? –nos preguntó Wong Kar-wai- ¿La memoria al deseo o el deseo a la memoria? No supimos qué contestarle. Nos pareció especialmente llamativo el silencio de Hegel. Con frecuencia –dijo Wong Kar-wai rompiendo el hielo- padecemos un retraso a la hora de expresar los sentimientos. Lamentamos después el haber perdido la oportunidad: en ese momento deberíamos haber recordado que… y haberlo utilizado como defensa o como ataque; pero el recuerdo se posterga y cuando aparece ya es como un invitado mudo. Descartes lo interrumpió para decirme que él sólo había pretendido conservarla para siempre. Yo lo abracé y todos nos consolaron. O al menos eso parecía que pretendían. Stirner, en un rincón, fumaba, sonreía y no paraba de repetir: Si la razón reina, la persona sucumbe. El criado de Wong Kar-Wai apareció de pronto para anunciarle que el espectáculo estaba a punto de comenzar. ¿Sirvo el té –preguntó- antes o después del cataclismo?

jueves, 7 de febrero de 2008

Elogio de Frontón

Vuelvo a Frontón, contento del eco que ha tenido en este café su “elogio de la negligencia”.

No fue el de la negligencia su único elogio estrambótico. También fueron objeto de sus alabanzas el humo y el polvo, la hipocresía, el sueño, la ausencia, el rechazo, el descanso, el beso… pero todos ellos -siento defraudar a alguno- eran meros ejercicios retóricos. Frontón era, de manera muy contraria a lo que podría parecer por su elogio de la negligencia, una persona extremadamente meticulosa, precisa y cuidadosa en todo lo que hacía. Y hacía muchas cosas. Era tan meticuloso que como maestro de retórica se ejercitaba en desarrollar con coherencia elogios que parecían imposibles. Quien quiera conocer como era de verdad Frontón, debe leer su “Elogio de la exigencia”.

De Frontón apenas se sabía algo más que su nombre hasta que a principios del siglo XIX se descubrieron sus cartas en un palimpsesto del siglo X que recogía las actas del concilio de Calcedonia. Un palimpsesto es un manuscrito antiguo que está escrito sobre otro anterior cuyo texto ha sido borrado, pero no completamente, de ahí que sea posible recomponer con un trabajo paciente el texto original.

Se sabía que Frontón había sido maestro de retórica de Marco Aurelio, el emperador estoico, pero no se tenían datos de su relación. La sorpresa fue enorme cuando en estas cartas se hallaron varias dirigidas a Marco Aurelio de un alto contenido erótico. La relación entre el maestro y el discípulo fue una relación muy pasional. De ello es testimonio una de las cartas más hermosas, la titulada “Elogio del amor impulsivo”.

Se abre con un proemio en el que Frontón confiesa sentirse feliz al saberse amado por el emperador. Y continúa con esta declaración: “Pero lo que más me gusta es que me amas sin razón aparente. En mi opinión, un amor que nace de la razón, firmemente establecido sobre motivos racionales y precisos, es todo excepto amor. Personalmente concibo el amor como un sentimiento fortuito, libre y que no obedece a ninguna causa, fruto de un impulso más que de la razón (….). Las amistades creadas sobre el deber comportan frecuentemente lágrimas y humo: en cuanto se desatienden, desaparecen; mientras que el amor fortuito es eterno. La amistad que los méritos han engendrado ni es tan vigorosa ni crece de la misma manera que el amor imprevisto y repentino”.

El amor imprevisto es como un gran árbol nacido en la intemperie, mientras que el debido a una causa es como una flor de jardín. “Tu amor, salvaje y espontáneo, se desarrolla entonces, como espero, semejante a los cedros”.

La superioridad del amor fortuito al racional obedece también a causas teológicas: “la razón es el nombre que se da al juicio humano, mientras que la Fortuna es una diosa, y la primera de las diosas; ¿quién no sabe que en todas partes hay templos dedicados a la Fortuna mientras no hay ni un altar consagrado a la Razón? (...) Verdaderamente, nunca la razón iguala a la fortuna, ni en majestad, ni en utilidad, ni en dignidad. Nadie podrá comparar con las montañas los montículos elevados por la razón y la mano del hombre, ni con los ríos, los acueductos”.

“Por este motivo, César, si tienes alguna buena razón para amarme, utilicemos todas nuestras fuerzas, te lo ruego, para ignorarla y disimularla. Dejemos que los hombres discutan, diserten, conjeturen, interroguen sobre el origen de nuestro amor tal como especulan sobre las fuentes del Nilo”.

Un gran tipo, Frontón.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Juventud, divino tesoro...

He tenido acceso esta misma tarde a un estudio que acaba de realizar una fundación francesa (Fondation pour l’innovation politique) entre 20.000 jóvenes de 16 a 29 años de todo el mundo. Los resultados me parecen extraordinariamente preocupantes, así que he decidido pensar que son falsos. La otra alternativa, la de tomarlos en serio, me podría convertir en un peligro público.

Pondré algunos ejemplos.

  • Consideran que su futuro es prometedor el 60% de los daneses, el 54% de los norteamericanos y sólo el 32% de los españoles (menos mal que los franceses están peor aún: el 26%).
  • Están dispuestos a pagar los impuestos necesarios para mantener las jubilaciones de los mayores el 63% de los chinos, el 35% de los daneses, el 32% de los norteamericanos, y el 21% de los españoles (los franceses siguen estando peor, sólo se apuntan al esfuerzo solidario el 11%).

  • Me llama poderosamente la atención el hecho de que los jóvenes españoles, que han sido educados en escuelas que han tendido a desmotivar todo espíritu de competición, sean, después de los chinos (89%) los que más importancia conceden a la competitividad como un valor para desarrollar en los niños (un 57%). Los franceses, con un rácano 21% son, evidentemente, un caso clínico.

  • Cuando se los interroga por el grado de confianza que tienen en diferentes instituciones, los españoles sobresalen (aunque detrás de los franceses) por su desconfianza hacia las empresas multinacionales.
  • Los jóvenes españoles tienen más confianza en las ONG que en el gobierno, los medios de comunicación, la policía, la justicia o la Iglesia. Claro que todos estos datos se aclaran un poco si consideramos que también manifiestan una enorme desconfianza hacia la gente en general.
  • Es sobresaliente la confianza que los fineses depositan en TODAS sus instituciones. Están a la cabeza. Quizás ello explique el éxito de su sistema escolar. En el extremo opuesto se encuentran -¿quién, si no?- los franceses.

No me atrevo a extraer conclusiones más allá de las obvias referidas a los franceses. Me quedo rumiando lo de Finlandia.... y sospechando que no hay ninguna situación tan mala que no sea susceptible de empeorar.

martes, 5 de febrero de 2008

Elogio de la negligencia

Hubo tanto gigante en Grecia y Roma que el que sólo fue grande, desde nuestra perspectiva parece un enano. Y a los enanos los historiadores los ignoran. Es lo que le pasa a Frontón (c. 95-166), que no aparece ni en las notas a pie de página de las historias de la filosofía. Y sin embargo tiene obras deliciosas. Pienso aportar pruebas suficientes para demostrarlo. Comenzaré con su “Elogio de la negligencia”. Los argumentos que Frontón aduce para hacer a la negligencia digna de un elogio no pueden ser más convincentes:

  • La negligencia no es ni peligrosa ni vulnerable. La diligencia, por el contrario, se expone a los más diversos peligros. Nadie intenta hacerle trampas al negligente, precisamente porque todo el mundo cree que sería de lo más sencillo, mientras que todos acechan al diligente. La negligencia se encuentra protegida por el desprecio, mientras que la diligencia está asediada por los pícaros.
  • Los errores cometidos por un negligente se perdonan fácilmente, mientras que sus buenas acciones, por inusuales, parecen asombrosas y dignas de todo elogio. Cuando a un negligente no se le escapa la oportunidad de hacer un gesto apropiado en el momento oportuno, todo el mundo lo felicita.
  • La famosa Edad de Oro de la que todos los poetas han hablado fue la edad de la negligencia y nunca la humanidad fue más feliz. Eso significa que la negligencia es de alta cuna, agradable a los dioses, estimada por los sabios, compañera de las virtudes, dueña de la indulgencia, etc.
  • Un ejemplo definitivo sobre la superioridad de la negligencia es el que nos ofrece la naturaleza con el rey de la selva: Los leones no son tan diligentes como las hormigas para buscar comida y procurarse alimentos.
Conclusión: Me ha convencido Frontón. Me dejaré llevar por la negligencia y que le den morcilla a la conclusión.

Melancolía y género

Hace casi treinta años. Una pescatera del mercado viejo de Masnou, de cuyo nombre no me da la real gana acordarme, tras considerarme bendito entre todas las mujeres porque la compra en mi casa la hacía yo, concluyó su perorata con una frase que no olvidaré fácilmente: “Esta muy bien que los hombres ayuden a sus mujeres a hacer la compra, pero a mi me gusta que los hombres sean hombres”.

Hoy he coincidido comprando el pan con el marido de la bruja susodicha y he sentido el saborcillo de la crueldad satisfecha deshacerse en mi boca.

- ¿Qué hace usted comprando el pan? –le he preguntado.

- ¡A la fuerza ahorcan! –me ha contestado, y ha añadido: ¡Hay si me viera mi abuelo!

- Ser hombre ya no es lo que era.

- Y ser mujer tampoco –inmediatamente me he dado cuenta de que estábamos alcanzando un punto importante-, porque el poder que hemos perdido nosotros no lo han ganado ellas.

- ¿Y quién se lo ha quedado, entonces?

- ¡Qué se yo!

lunes, 4 de febrero de 2008

Platera es pequeña, peluda, suave.

De la Galaxia me envían esta imagen. "Te han pillado con tu vaca", me dice Ignacio, que es el galaxero. Ignacio es un investigador pionero en psicosociopatología de la percepción genérica (que es la percepción de género), como lo pone de manifiesto el estudio puntero que está llevando a cabo con la intención de encontrar la respuesta a esta pregunta fundamental: "¿Cuántas piernas ha de tener una mujer para ser atractiva?"

Diccionario filosófico: Relativismo

La mejor definición del relativismo que conozco es la que ofrece el cursi de don Ramón de Campoamor en su fábula “Las dos linternas

Y es que en el mundo traidor

Nada es verdad ni es mentira;

Todo es según el color

Del cristal con que se mira.

Parece, por cierto, que el tan olvidado poeta asturiano se inspiró al componer su redondilla en la siguiente de “El defensor de su agravio” de Moreto:

Que quien por un vidrio mira

Que hace algún color distinto,

Todo cuanto ve en él

Está del color del vidrio.

Una vez una alumna me presentó un trabajo, por cierto magnífico, sobre los sofistas en el que defendía con entusiasmo la relatividad de todo saber. Le puse un cero. Como me conocía bien a la muchacha, que era –seguro que lo seguirá siendo- de armas tomar, esperaba que se presentase en el despacho hecha un basilisco para protestar airadamente contra la evidente injusticia del cero.

“Si tu trabajo es sincero –le contesté yo- y todo es relativo, deberás aceptar que me merezca un cero de la misma manera que a mi no me cuesta aceptar que a ti te pueda merecer un diez; y si no es sincero, el cero está más que merecido”.

Argucias de la pedagogía, que no puede permitirse el lujo de ser relativista.

El guionista caprichoso

 I A eso de las cuatro de la tarde ha sonado el teléfono. Era una de esas llamadas que esperas que nunca lleguen y que cuando llegan, siempr...