miércoles, 27 de junio de 2007

Rosenzweig y Heidegger

¡Qué aventura magnífica es una buena lectura!

He abierto el libro esta mañana, con un café con leche humeando sobre la mesa, en la Plaza de Ocata, e inmediatamente he ido notando cómo la lectura se iba apoderando de mí, hasta convertirme en un títere de su fuerza de gravedad. ¡Bendita perversión! (aunque tan cara...).

El libro, que quizás nunca se publique en español, es Rosenzweig and Heidegger. Between Judaism and German Philosophy”, de Peter Eli Gordon (University of California Press, 2003). Entre sus virtudes no es la menor la de proponer una lectura inédita de Heidegger: la que nos ofrece la mirada de Franz Rosenzweig, probablemente el pensador judío más importante del siglo XX. Digo esto pensando que también los filósofos han de pasar los filtros de la historia para valorarlos en su justa medida. Algunos contemporáneos de Rosenzweig, como Buber, que parecían tan grandes, se van empequeñeciendo poco a poco, mientras que otros no paran de crecer. En la recuperación de Rosenzweig ha tenido mucho que ver su reivindicación por parte de Levinas, que se consideraba heredero directo de él. Pero hay otro factor de mayor calado: Su “Estrella de la Redención” (1921) da cada vez más luz y parece capaz de iluminar alguna salida cabal a nuestra perplejidad presente.

Rosenzweig nació en 1886 y murió, tras sufrir una larga enfermedad que lo fue paralizando poco a poco, en 1929. Por lo tanto no conoció la deriva de Heidegger hacia el nazismo. Por ello mismo es de suma importancia su toma de partido por Heidegger y contra Cassirer en el famoso debate de Davos (probablemente fue Leo Strauss el que lo mantuvo informado de los detalles del mismo). En el combate de Heidegger contra la metafísica tradicional, Rosenzweig encontró su propio combate. Pero lo más curioso es que creía compartir también con él una deuda con las posiciones del último Hermann Cohen. Para los que se sorprendan, conociendo la oposición de Heidegger al neokantismo, hay que decir que los últimos textos de Cohen superan sus posiciones anteriores para llevar a cabo una reflexión sobre la singularidad y finitud del hombre que no dejó indiferente a nadie.

La afinidad que reconoce Rosenzweig con Heidegger pone en cuestión las teorías que consideran que la filosofía del autor de Ser y tiempo (especialmente su sentido de la temporalidad) conducían inevitablemente hacia el nazismo.

No sigo. Tengo que hacer la comida. Voy por la página 27 y el libro tiene 314. Me espera una orgía.

3 comentarios:

  1. La entrega del lector al libro es uno de los grandes placeres de esta vida. Perderse ahí, abandonarse ahí. Se pierde la noción del tiempo y uno deja colgada su vida quién sabe dónde.
    Saludos, Gregorio.

    ResponderEliminar
  2. Y -Gabriela, Petrusdom- aunque como dijera Ovidio, "Post coitum omne animal triste est", no por eso vamos a dejar de amar.

    ResponderEliminar

Darrere el vent